miércoles, 2 de mayo de 2012

Acerca de lo marginal

Lo marginal es aquello  que hace a la estofa del psicoanálisis. En mis lecturas prefiero la escritura al margen que la monotonía del resumen. Prefiero lo disperso de la nota con grafía apresurada que se escribe a un costado de la hoja que la seguridad de la síntesis, esa especie de burocracia intelectual que termina por reducir el texto y volverlo ecolálico.
De esta forma, en la clínica, vamos transitando por los detalles, lo marginal del detalle, ese desliz al hablar, esa homofonía que produce cambios de vía en la intención consciente del decir, ese elemento  absurdo del sueño, que no encaja, esta tos, ese carraspeo al hablar, esas filigranas del inconsciente.
Escena psíquica marginal, la del inconsciente, esa otra escena donde todo transcurre sin tiempo, sin contradicción, en una lógica otra que la de la consciencia, imperceptible, salvo por sus rastros. Cada vez tiendo más a pensar que el trabajo del analista como un oficio más que como una profesión.  Tal vez, uno de los oficios más extraños, donde a aquel que sufre se lo conmina a hablar y decirlo todo. A su vez nos comprometemos a escuchar. Escuchamos los restos, eso que cae por fuera de la historia oficial, historias marginales. Soportamos el resto, trabajamos de soporte: soporte de la transferencia.
Freud no cede. Tiene una convicción, no la suelta. Sus textos, Freud (¿es separable Freud sujeto de su producción escrita?) no ceden, en dos sentidos: no ceden en sus palabras y, por otro lado, no ceden al paso del tiempo. Aguantan, todavía dicen mucho. Intentamos no ceder, no soltar, defender nuestro método, que no es otra cosa que nuestra posición abstinente.
Si el analista tiene un oficio entonces, no es otro que el del tropiezo: los tropiezos de la historia deseante, de los amores perdidos, de las palabras que caen y se levantan, de los traumatismos que no llegan a articularse, de los dolores ahogados. Lo irreductible del tropiezo humano que, trágicamente para unos y tragicómicamente para otros, denuncia que el deseo humano no es reductible a la necesidad.